lunes, 29 de abril de 2013

Son tantas las relaciones rotas... sin que los "peleados" conozcan el motivo de la ruptura! En la mayoría de los casos el relato de uno carga toda la responsabilidad de la situación en el otro. Y el "otro", por supuesto, cree que aquél "uno" es el culpable. Las discusiones y las peleas no aportan nada que valga la pena. En algún rincón de tu ser, más cerca o más lejos de tu conciencia, una situación semejante genera angustia, pena, amargura e impotencia. No esperes a que sea el otro el que dé el primer paso hacia la reconciliación. O al menos, hacia la comprensión. No permitas que el orgullo o el temor al rechazo te retengan. Tiende tu mano, busca el reencuentro desde la humildad y fíjate qué vuelve. En el mejor de los casos habrás quitado un peso, una piedra en tu camino, recuperando una relación que parecía perdida. Y si no funciona, al menos sabrás muy dentro de ti, que hiciste lo que estaba a tu alcance.
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