viernes, 7 de febrero de 2014

No los apures. No los engañes. No los asustes ni los amenaces. No les digas a todo que si. Respétalos, escúchalos, abrázalos. Estando, estate de veras. Espéralos, ellos no tienen tus urgencias ni tu sentido del tiempo. Juega con ellos más de lo que juegas. Ponte a su nivel y deja que su fantasía e imaginación te lleven a su mundo, al menos por un rato. Siente así, otra vez, lo que se siente siendo un niño, recuerda lo que sentías cuando apenas empezabas a recordar. Recuerda cuáles eran tus sueños, y vuelve a soñarlos... tus juegos preferidos, y vuelve a jugarlos. Y entonces, con más convicción aún que antes, no los apures, no los engañes, no los asustes ni los amenaces.

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